Ajustando cuentas (3era. Parte)
Al día siguiente, en la madrugada
Londres
Matthew
No siempre aceptar ayuda es lo mejor. A veces, en lugar de aliviarte, puede complicarlo todo, hundirte aún más o echar por tierra tus planes. Pero negar la ayuda tampoco es la solución. Tal vez el secreto esté en poner límites, establecer reglas claras y aprender a esperar a que pase la tormenta. Porque, al final, todos necesitamos una mano alguna vez. Alguien que vea lo que nosotros no podemos ver, que tenga otra perspectiva. Y quizá —solo quizá— gracias a eso logremos salir a flote.
Admito que estuve indeciso al aceptar su defensa. No por falta de fe en su capacidad, sino porque temía que en su afán por sacarme de la cárcel terminara arrastrando a Rachel. Y eso no podía permitírmelo. No después de todo lo que hice para protegerla, después de engañar al verdadero asesino, de sacrificar lo poco que me quedaba de dignidad… no iba a permitir que ella pagara las consecuencias de mis decisiones.
Respiré hondo, y el sonido de mi voz rompió