Capítulo 4 Tras la niebla

En Grayhaven, Allyson Drake era la forastera de paso. La mujer que entraba sola a los sitios, pedía algo, y se marchaba sin dar pie a conversación. Sus movimientos estaban calculados: lo justo para no parecer invisible, lo suficiente para que nadie se acercara demasiado.

Pero su historia no había empezado en la costa fría de Maine. Venía de un lugar donde el horizonte era un mar dorado de trigo y las noches se llenaban de grillos: Cedarbrook, un pueblo agrícola de Kansas que no aparecía en los mapas turísticos. Allí todavía vivían sus padres, Tom y Evelyn Drake, en la misma casa de madera donde ella había crecido. Para ellos, Allyson seguía siendo la niña de campo, aunque hacía años que había aprendido a vivir rodeada de ruido y cemento.

Hija única, había pasado su infancia en una rutina tranquila, casi predecible. En la escuela no buscaba amigos, sino resultados. No disfrutaba de los juegos de equipo; prefería el tiro con arco, las carreras cortas, cualquier cosa que dependiera únicamente de ella. No tenía paciencia para la política de grupo ni para los dramas ajenos.

La oscuridad era su único miedo verdadero, aunque lo mantenía bajo llave. Todo comenzó cuando tenía nueve años. Una tormenta de verano derribó el suministro eléctrico y la dejó atrapada en el sótano de su casa. Allí, entre el olor a madera húmeda y la sensación de encierro, juró que había algo más en esa oscuridad. Algo que no podía ver, pero que la observaba. Nunca se lo contó a nadie. Los años pasaron, pero esa incomodidad siguió ahí, escondida detrás de linternas estratégicamente colocadas, bombillas de repuesto y un par de baterías siempre cargadas.

A los dieciocho, dejó Cedarbrook para estudiar Criminología y Justicia Penal en la Universidad Estatal de Kansas, con una especialización en Psicología Forense. Su expediente fue impecable: alta calificación, cero problemas disciplinarios, y un expediente tan limpio como su puntería en el campo de tiro. En Quantico, descubrió que su capacidad para analizar perfiles criminales era una ventaja, aunque su inclinación a trabajar sola le dio fama de difícil entre algunos instructores.

No se casó, no tuvo hijos. Sus relaciones personales fueron pocas y cortas; su prioridad siempre fue el trabajo. Sabía que su estilo de vida no era fácil de compartir, y nunca intentó disfrazarlo. Su apartamento en la última ciudad donde vivió antes de Grayhaven era un espacio ordenado hasta la obsesión: ropa clasificada por colores y estaciones, archivos etiquetados, cocina minimalista. Nada sobraba.

Ahora estaba en Grayhaven con una misión clara: acercarse a Ethan Voss, evaluarlo y encontrar cualquier vínculo con las desapariciones y la Fundación Halcón Gris. Lo que no decía en sus reportes era que, en un nivel más personal, aquella ciudad le producía una inquietud distinta. Tal vez era la niebla que cada noche se tragaba las calles. Tal vez era la forma en que Voss la miraba, como si supiera cosas que no debía saber.

Mientras cerraba el archivo en su portátil aquella noche, pensó que la oscuridad y la niebla no eran tan distintas. Ambas podían ocultar, distorsionar… y mentir. Y en Grayhaven, ninguna de las dos jugaba a su favor.

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