El sol comenzaba a colarse por las cortinas, iluminando suavemente la habitación donde Lysandra y Asteria habían pasado la noche. El cachorro, aún acurrucado en su rincón, soltó un pequeño bostezo antes de levantarse y sacudir sus pequeñas patas. Asteria abrió los ojos lentamente, mientras Lysandra ya estaba sentada al borde de la cama, observando el amanecer con un rostro tranquilo. —Es hora de irnos —dijo Lysandra, con un tono bajo que parecía llevar consigo una firme determinación. Asteria asintió, levantándose con cuidado mientras tomaba al cachorro en sus brazos. Aunque la calma de la mañana era acogedora, ambas sabían que quedarse más tiempo en esa casa no era una opción. Después de un breve desayuno, el grupo comenzó a prepararse para salir. Ari, como siempre, apareció en el pasillo con su sonrisa confiada y esa mirada que parecía centrarse únicamente en Asteria. —¿Ya se van? —preguntó Ari, apoyándose casualmente contra la pared—. Qué lástima. Podrían quedarse más t
Lysandra ignoró el comentario, disparando dos veces hacia las ruedas del auto negro. Los disparos resonaron en el aire, y aunque uno de ellos impactó en la carrocería, el segundo dio en el objetivo, obligando al vehículo a reducir la velocidad mientras los perseguidores luchaban por mantener el control. —¡Eso debería darles algo en qué pensar! —murmuró Lysandra mientras regresaba el arma a su funda, cerrando la ventana de golpe. Evander tomó un desvío hacia una carretera secundaria más estrecha, dejando atrás el vehículo negro que finalmente comenzó a desaparecer de su vista. Asteria dejó escapar un largo suspiro, mientras el cachorro, aparentemente agotado por la tensión, descansaba sobre su regazo. —¿Estamos… estamos a salvo? —preguntó Asteria, su voz aún temblando. Evander asintió mientras reducía la velocidad. —Por ahora, sí. Pero tenemos que mantenernos en movimiento. Este no es el fin —respondió, antes de tomar otra curva para asegurarse de que no fueran localizados.
Asteria, que hasta el momento había permanecido en silencio, sintió una punzada de ansiedad al notar el cambio en la atmósfera dentro del auto. —¿Es sobre Cadmus? —preguntó rápidamente, sus ojos llenos de una mezcla de esperanza y miedo. Evander levantó una mano para calmarla mientras terminaba la llamada. Una vez que guardó el teléfono, dejó escapar un largo suspiro antes de hablar. —Acaban de llegar pruebas nuevas a la comisaría. Hay registros que vinculan a Valerius Raine directamente con la desaparición de Cadmus. Y no solo eso… parece que también hay coordenadas que podrían señalar su ubicación actual. El aire dentro del auto pareció detenerse por un momento. Asteria apretó al cachorro contra su pecho, su mente inundada de preguntas. —¿Coordenadas? ¿Saben dónde está? —insistió, su voz temblando ligeramente. Lysandra se giró hacia Evander, su mirada endurecida pero cargada de determinación. —¿Dónde están esas pruebas? ¿Y por qué las tienen ahora? Esto es demasia
El amanecer llegó con un frío que calaba los huesos, pero el cielo despejado prometía un día sin tormentas. El grupo se movió rápidamente para prepararse, desmontando el campamento improvisado y guardando las pocas cosas que habían sacado del auto. Asteria se encargó de asegurar al cachorro en su pequeña manta, mientras Lysandra supervisaba cada movimiento, su aguda mirada registrando cualquier posible amenaza. Evander revisó el mapa una vez más, comparándolo con el GPS del auto para asegurarse de que no cometerían errores en la ruta. —Estamos a menos de una hora del lugar —anunció, cerrando el mapa con un gesto decidido—. Si mantenemos el ritmo, deberíamos llegar antes del mediodía. Lysandra ajustó la chaqueta sobre su hombro herido, reprimiendo una mueca de dolor que no pasó desapercibida para Asteria. —¿Y qué pasa si el lugar es otra trampa? —preguntó, cruzando los brazos mientras mantenía una postura firme, pero claramente incómoda. Evander levantó la vista, encontránd
La luz de la mañana se filtraba a través de las enormes ventanas del salón, iluminando la opulencia que Asteria apenas notaba. En el aire flotaba una quietud pesada, como si el mundo estuviera conteniendo el aliento. Frente a ella, sobre la mesa de mármol, descansaba una fotografía de Cadmus. Sonreía con una confianza desenfadada que ahora parecía un recuerdo lejano.Asteria cerró los ojos por un momento, intentando bloquear el eco de su ausencia. Pero el silencio era demasiado fuerte, y cada pensamiento se convertía en una espiral que volvía al mismo lugar: ¿Dónde estaba su hermano? ¿Por qué nadie podía ayudarla a encontrarlo? Con un suspiro entrecortado, se levantó y caminó hacia la cocina, buscando distraerse con el ruido mecánico de la cafetera.El timbre rompió la rutina. Asteria se congeló por un segundo ante de dirigirse hacia la puerta, su corazón latiendo con fuerza. Era temprano para visitas, demasiado temprano. Cuando abrió la puerta, se encontró con Nadia Veyra, su mejor a
Desde las sombras emergió una figura, alta y amenazante, con pasos deliberados que reverberaban en el espacio vacío. El aire parecía haberse congelado mientras las dos se preparaban para lo inevitable.—No deberías estar aquí —gruñó el hombre, su voz profunda reverberando como un eco siniestro.Lysandra avanzó un paso, su postura relajada pero alerta, como una pantera lista para atacar. Su voz, cuando habló, fue baja pero cargada de autoridad.—Y tú no deberías estar siguiéndonos. Pero aquí estamos. Así que, ¿por qué no vuelves por donde viniste antes de que esto termine mal para alguien? —Su mirada era afilada como una navaja, y en ella había una advertencia que incluso el hombre pareció entender.Pero en vez de retroceder, el desconocido continuó avanzando. Fue Lysandra quien rompió la inmovilidad, empujando a Asteria detrás de ella con un movimiento rápido.—Quédate atrás —ordenó, su tono lo suficientemente firme para no aceptar discusión.Asteria, aunque incómoda por la situación,
Finalmente, Lysandra logró desestabilizarlo con una patada en la rodilla que lo hizo caer al suelo. Pero el hombre delgado ya había recuperado su posición y se lanzaba hacia ella con un cuchillo. Lysandra reaccionó con rapidez, desviando el arma con su antebrazo y empujándolo con fuerza hacia un montón de escombros.—¡Lysandra! —gritó Asteria desde el auto, su voz cargada de preocupación.La detective la miró brevemente, un destello de satisfacción cruzando sus ojos antes de correr hacia el vehículo. Cuando Lysandra llegó al auto, se subió rápidamente y cerró la puerta de golpe.—Tenemos que irnos —dijo mientras encendía el motor y aceleraba, dejando a los atacantes atrás.El silencio dentro del vehículo era tan pesado como el aire del parque. Asteria miró a Lysandra, con el corazón aún latiendo con fuerza.—Gracias —murmuró, sin saber qué más decir.Lysandra soltó un pequeño suspiro y se permitió una leve sonrisa.—Por eso te dije que no vinieras sola —respondió, su tono suave pero c
Lysandra, con las manos firmes en el volante, llevaba el rostro tenso. Aunque había logrado sacarlas del peligro, sus pensamientos parecían estar enfocados en lo que vendría después. Miraba de vez en cuando por el espejo retrovisor, vigilante, como si esperara que las sombras del depósito las siguieran. —¿Qué crees que haya en este disco duro? —preguntó Asteria finalmente, rompiendo el silencio que comenzaba a volverse insoportable. Lysandra no apartó la mirada de la carretera, pero su respuesta fue breve y directa. —Si Cadmus lo escondió allí, es porque contiene algo importante. Y probablemente algo peligroso. Asteria bajó la vista al disco en sus manos, un objeto tan pequeño y aparentemente insignificante, pero que ahora representaba todo por lo que estaban luchando. Su mente se llenó de imágenes de su hermano: su sonrisa despreocupada, sus bromas constantes, su manera de enfrentar el mundo como si nada pudiera detenerlo. Pero ahora estaba claro que había algo que sí lo habí