El sonido de la voz resonó dentro del auto, flotando en el espacio cargado de tensión.
Evender deslizó una mano sobre el volante, sin apartar la mirada del teléfono. Su expresión, aunque serena, tenía esa precisión calculada que siempre usaba cuando no podía permitirse perder control sobre la situación.
Lysander no se movió, pero su pulgar trazó un leve círculo sobre la piel de Asteria en un gesto automático de estabilidad.
Asteria sintió su pulso acelerarse, su respiración manteniéndose controlada solo por la fuerza de voluntad que tenía. Escuchar esa voz, la voz de Eris Drako, provocaba algo que no sabía cómo nombrar.
El cachorro levantó la cabeza desde su posición en el suelo, sus orejas moviéndose levemente ante el cambio en el aire.
Evender sostuvo el teléfono en alta voz, pero no apresuró su respuesta.
El silencio entre ellos se extendió demasiado, una pausa que se alargaba en el tiempo, como si todo estuviera en equilibrio sobre el filo de un instante.
Y en