Alfonso llegó a su departamento con el corazón latiéndole con fuerza.
No era solo la emoción, era algo más… una mezcla de ilusión y nerviosismo que lo hacía moverse rápido, con las manos temblorosas y la sonrisa tonta de un niño antes de Navidad.
Hoy sería distinto.
Hoy, por primera vez, no solo celebraría el cumpleaños de su hijo con un juguete caro o una salida improvisada.
Esta vez, habría una fiesta real, con globos, pastel, amiguitos corriendo por todas partes, regalos envueltos en papeles brillantes… y con él presente, todo el tiempo, como debía ser. Le demostraría a su hijo que era un buen padre, y a Anahí le demostraría que era un hombre que la amaba.
Tal vez podría ganar su perdón y ser amado por ellos otra vez.
—Es nuestro día, hijo —murmuró, mientras se metía en la ducha, dejando que el agua fría calmara un poco su exaltación.
Al salir, se vistió con esmero.
Eligió la camisa que a Freddy le encantaba porque decía que lo hacía “parecer un papá de película”.
Se puso perfume, s