Bruno se alejó a regañadientes, lanzándole una última mirada de frustración a Alfonso.
Anahí se puso de pie de inmediato, su corazón palpitando con fuerza mientras se enfrentaba a quien menos esperaba ver en ese lugar. Sus ojos se abrieron con sorpresa, como si hubiese visto un fantasma.
—¡Tú! —exclamó, su voz temblando de rabia e incredulidad—. Alfonso Morgan, ¿qué demonios estás haciendo aquí?
El hombre la miró fijamente, con una intensidad brutal que casi la hizo retroceder.
Era una mirada de reproche, de celos, de algo mucho más profundo.
—Estoy aquí, y punto —respondió él con voz ronca—. ¿Qué haces tú con este hombre? ¿Esta es tu famosa cena de negocios? ¿Besar a otro? ¿Desde cuándo te convertiste en esta clase de mujer?
Las palabras de Alfonso fueron como látigos para Anahí, desgarrándole la piel del alma.
Sintió cómo la rabia hervía dentro de ella, mezclada con una punzada de dolor antiguo.
Odiaba que él la mirara como si tuviera derecho a juzgarla, como si, después de todo lo q