Al día siguiente
El aroma a café recién hecho flotaba en el aire, envolviendo la cabaña con un calor reconfortante.
Anahí abrió los ojos lentamente, sintiendo el cuerpo aún adormecido. Por un momento, la calma de la mañana la envolvió, hasta que escuchó ruidos provenientes de la cocina.
Se frotó los ojos y se sentó en la cama, percibiendo cómo su estómago rugía ante el olor tentador.
Se levantó con cautela y, descalza, avanzó por el pasillo de madera.
Al llegar a la cocina, se detuvo en seco.
Alfonso estaba allí, de espaldas a ella, moviéndose con una facilidad inesperada entre los sartenes.
Su cabello aún desordenado y su camiseta ajustada lo hacían parecer extrañamente más hogareño de lo que jamás lo había visto. Cuando notó su presencia, se giró y sonrió.
—Buenos días —saludó con suavidad, sirviendo una taza de café y acercándosela—. Freddy aún no despierta. Estoy preparando sus panqueques favoritos.
Anahí miró la mesa. Además de los panqueques, había un plato con fruta fresca, cort