La angustia se había convertido en un huésped permanente en el hogar de los Hang.
La noticia del estado de salud de Hernán había fracturado algo en cada uno de ellos.
Darina y Hermes, abrumados, pero firmes, se sumergieron de lleno en la búsqueda de una esperanza, de una solución que pudiera salvar la vida de su hijo.
No tardaron en dar con un especialista reconocido internacionalmente, un cirujano pediátrico de renombre en Houston, Texas.
La operación que Hernán necesitaba era extremadamente compleja… y costosa. Pero para ellos, el dinero no representaba un obstáculo cuando se trataba de su hijo.
Lo verdaderamente difícil era aceptar la fragilidad de la vida, la posibilidad de perderlo.
Darina apenas dormía, pasaba las noches en vela acariciando la frente de Hernán, murmurando oraciones que no sabía si serían escuchadas.
Hermes, por su parte, sostenía los hilos de la familia con una calma tensa, mientras por dentro se desmoronaba.
Azul no se movía del lado del hombre. A pesar de su do