Hermes estaba frente al espejo, ajustándose la corbata, el rostro serio y distante. La boda de Anahí no era algo que le trajera alegría, pero sabía que debía estar allí, como testigo, por la amistad que los unía. La decisión no fue fácil, y aunque por dentro se revolvía, la lealtad a la mujer que había estado en su vida desde hacía años lo mantenía firme.
Su mente se perdía entre pensamientos confusos y fragmentados. El simple hecho de pensar en esa boda lo incomodaba profundamente.
Lo lamentaba por Alfonso.
Cuando sus dedos rozaron el teléfono en el bolsillo de su chaqueta, casi ni lo notó. Fue el sonido de la vibración lo que lo hizo reaccionar, y al instante, su jefe de guardias apareció en la pantalla.
—¡Señor Hang! ¡Tenemos una noticia urgente! Alondra por fin reveló quién es su cómplice y su amante —la voz de su subordinado sonaba urgente, tensa.
Una corriente de tensión recorrió su cuerpo.
Hermes sentía como si el aire de la habitación se hubiera espesado, como si algo en su int