Capítulo: Lo que nos une, separa.
Hermes sonrió con ternura, tratando de recuperar algo de calma.
—Vamos… ¿Quieren dormir un poquito más?
Los tres niños asintieron con vocecitas cansadas, todavía con los ojitos a medio cerrar.
Darina cargó con dulzura a Rossyn, mientras Hermes tomó en brazos a Helmer y a Hernán. Caminaron en silencio hasta la habitación. El ambiente estaba cargado de emociones reprimidas, pero los pasos suaves de los niños dormidos le daban un respiro a la tensión.
Darina los cobijó uno a uno, acariciando sus frentes con un amor tan puro que casi le quebraba el pecho. Hermes la observó en silencio, sin atreverse a interrumpir aquella imagen tan maternal, tan perfecta… tan lejana de él.
Por unos instantes, se quedaron de pie frente a las pequeñas camas. Sin hablar. Sin moverse. Solo respirando el mismo aire, unidos por el vínculo irrompible que ahora dormía profundamente ante sus ojos.
Eran sus hijos. Su carne. Su sangre. Lo único que los unía… y al mismo tiempo, todo lo que los separaba.
Salieron de la