La ambulancia llegó con un chillido de urgencia que partió la noche en dos.
Subieron a Hernán con rapidez, su pequeño cuerpo parecía más frágil que nunca.
Darina, con los ojos llenos de lágrimas, no dejaba de mirarlo como si temiera que en cualquier momento se desvaneciera frente a ella. Apretaba contra su pecho a los niños, que sollozaban, confundidos, preguntando una y otra vez qué pasaba, por qué su hermanito no despertaba.
Hermes, con el rostro pálido y el alma hecha trizas, tomó el teléfono y llamó a Alfonso. Le contó todo, sin rodeos.
Del otro lado, solo se escuchó silencio y una respiración contenida.
—Voy para allá —dijo Alfonso al fin, con la voz cargada de angustia.
No iría solo. Anahí y Freddy, apenas oyeron lo sucedido, se subieron al coche sin dudarlo.
***
Al llegar al hospital, el caos emocional era palpable. Anahí apenas vio a Darina, y su corazón se quebró. La encontró temblando, con la mirada perdida, abrazando a sus hijos como si temiera que también se los arrebataran