La sorpresa casi borró la compostura de Ethan.
Sus ojos se abrieron un instante, y una arruga se marcó en su frente, como si el mundo le hubiera dado un golpe inesperado.
«¿Nelly? ¿Qué hace aquí?», se preguntó, la incredulidad apretándole el pecho.
«Ella… ¡Era la rica niña mimada! ¿Cómo terminó siendo… esto?»
La imagen de la joven, ahora mujer, fuerte y necesitada, contrastaba dolorosamente con el recuerdo de la pequeña que había conocido años atrás, y eso lo descolocaba de un modo que no estaba acostumbrado a sentir.
Ethan ahora era un hombre de poder.
Presidente de una startup que en apenas tres años había crecido a pasos agigantados, lo veían como uno de los nuevos millonarios de Europa.
Su mirada fría y calculadora estaba acostumbrada a leer a la gente, pero frente a Nelly todo parecía fallar.
El gerente del lugar, sin percibir el impacto entre ambos, le indicó a la joven con un gesto imperioso:
—Ven, nena, siéntate conmigo.
Nelly dudó, su corazón latía con fuerza y una mezcla de