Sienna lo miró como si le hubiera arrancado el alma. Luego, giró hacia su hermana. Tessa sonreía con satisfacción, saboreando cada segundo de humillación.
Y en ese instante, Sienna supo que no lo hacía por Alexis, ni por ella misma. Lo hacía por Melody.
Se arrodilló.
Tessa bajó la mirada, fingiendo modestia, pero no podía ocultar la sonrisa de victoria.
Alexis la observó con una punzada en el pecho.
Se dio media vuelta, incapaz de mirarla más. Se marchó, arrastrando su sombra.
—Al fin, hermanita —susurró Tessa, inclinándose hacia ella con veneno en los labios—. Estás donde siempre debiste estar: a mis pies.
Sienna alzó la mirada, con el rostro marcado por el dolor, pero también con una dignidad inquebrantable.
—Haz lo que quieras, Tessa. Pero recuerda esto… él nunca te va a amar.
Tessa sintió la herida en lo más profundo de su ego. Alzó la mano para golpearla, pero Sienna la detuvo con firmeza. Sus dedos sujetaron su muñeca con fuerza.
—¡Nunca te va a amar! —le repitió con los ojos en