—Papito, ¿qué pasa? —preguntó la pequeña, con los ojos llenos de confusión y preocupación. La inocencia en su voz resonaba como un eco en el corazón de Demetrio, quien, con un impulso protector, cargó a la niña en sus brazos, alejándola de aquel hombre que había traído tanto dolor a su vida.
Enzo, frustrado y lleno de rabia, intentó seguirlos, pero Melody se interpuso en su camino, deteniéndolo en seco con una mirada que combinaba la decepción y la determinación.
—¡Ya basta, Lorenzo! Has hecho demasiado daño —dijo ella, su voz firme y resonante, como un golpe de tambor que marcaba el final de una batalla perdida.
Enzo bajó la mirada, sintiendo el peso de sus errores aplastarle el pecho.
La tristeza lo envolvía como una niebla densa, y en ese instante, comprendió que no podía seguir huyendo de las consecuencias de sus acciones.
Mientras Demetrio se alejaba con la niña, Enzo se quedó solo, sintiendo cómo el vacío se apoderaba de él.
Se marchó de la boda, su corazón desgarrado, y la soled