Melody y Ethan se encontraron en la sala, un lugar cargado de silencio y de recuerdos que parecían pesar sobre las paredes.
—Gracias por ayudarme, Ethan —dijo ella, con la voz temblorosa, aunque intentaba sonar firme—. No quiero que te sientas responsable por esto.
Ethan tomó su mano con decisión, como si ese simple gesto sellara una promesa más grande que los dos.
Sus ojos oscuros la miraron con un brillo intenso, cargado de determinación.
—Ahora más que nunca lo haré —respondió con voz grave—. Todo lo que necesites, Melody, todo lo que haga falta con tal de hacer realidad tu venganza.
Por un instante, los labios de Melody se curvaron en una leve sonrisa.
Era extraña, mezcla de alivio y tristeza, como si supiera que esa promesa les traería consecuencias a ambos.
—Gracias —susurró, apenas audible, como si temiera que el eco de sus palabras revelara demasiado de lo que sentía en lo más profundo.
El silencio se quebró de golpe con un grito desgarrador que atravesó la casa como un cuchill