Melody se levantó lentamente, como si cada movimiento suyo arrastrara una marea invisible que estremecía a todos los presentes.
Lo miró con una mezcla de nerviosismo y frialdad contenida.
Sus ojos se encontraron con los de Demetrio, y por un instante, el tiempo pareció quebrarse en mil pedazos.
El corazón del hombre dio un vuelco. Esa mirada, la misma que años atrás había sido refugio, ahora le resultaba distante, enigmática, como si estuviera frente a una desconocida.
Su respiración se hizo más pesada, su pecho palpitaba con violencia. Y entonces, la palabra que lo atravesó como un cuchillo salió de sus labios:
—Amor, déjame presentarte a alguien.
Ethan se levantó de su asiento con seguridad.
Su presencia era firme, casi arrogante, y la forma en que se colocó junto a Melody fue una declaración silenciosa de posesión.
Aquella palabra —“Amor”— resonó en la mente de Demetrio como un eco interminable, desgarrador.
Sintió el peso hundirse en su pecho y, con un gesto involuntario, bajó la v