El investigador Artemio Vélez estaba guardando sus carpetas en la maleta del auto.
La noche en la ciudad caía espesa, con un aire húmedo que presagiaba tormenta. Estaba a punto de encender el motor cuando algo lo hizo detenerse.
Apoyada contra la puerta de su vehículo, como si hubiera surgido de las sombras, estaba una mujer.
Alta, delgada, con un porte elegante pero cargado de un misterio inquietante. Sus ojos, oscuros y afilados, lo miraban como si pudiera atravesarlo.
—Señorita —dijo Artemio, frunciendo el ceño—, ¿en qué puedo ayudarla?
Ella dio un paso al frente, y su perfume, denso y dulce, llenó el aire entre ellos.
—Soy Tessa Molina, hermana de Sienna —pronunció su nombre con una calma calculada, como quien sabe que su presencia ya es suficiente para desarmar a cualquiera—. Dígame… ¿Sabe algo sobre mi hermana?
El hombre se tensó. Ese apellido no le era indiferente. Sabía que cualquier palabra que saliera de su boca podía ponerlo en problemas.
—Todo lo que sé, ya lo sabe el seño