—¡Ya estoy cansado de tu actitud caprichosa! —la voz de Alexis retumbó con la fuerza de un trueno, estremeciendo las paredes de la mansión—. Melody, no puedes seguir jugando a esto. Termina con Ethan. Sabes perfectamente que fue el exnovio de tu prima Nelly. No hagas esto, no por despecho. ¡No aceptaré esta boda!
Los ojos de Melody se llenaron de lágrimas, pero su orgullo la sostuvo.
Su respiración temblaba, como si cada palabra de su padre la hiriera y la enfureciera a la vez.
—¡Papá! —gritó, con la voz quebrada—. Lo aceptes o no, me casaré. Y si después de la boda ya no quieres verme, lo entenderé.
Alexis se quedó helado. No podía creer lo que escuchaba.
Aquella niña que él había sostenido en brazos, aquella pequeña a la que le había enseñado a caminar y a reír, ahora lo enfrentaba como si él fuera su enemigo.
Sus manos temblaban de rabia contenida, pero lo que más lo destrozaba era el dolor.
—Melody… —su voz bajó, casi un ruego—. Estás arruinando tu vida. Te amo tanto que prefiero