Jeremías sintió que la sangre se le helaba en las venas, un terror indescriptible se apoderó de él.
Cada latido de su corazón resonaba en su pecho como un tambor, acelerando su ansiedad.
La atmósfera en el jardín era densa, cargada de una tensión palpable que hacía que el aire se sintiera pesado y difícil de respirar.
Los ojos de Jeremías se dirigieron rápidamente hacia Enzo, buscando respuestas en su rostro.
—¿Dónde está…? —su voz salió entrecortada, casi un susurro, como si el miedo lo hubiera dejado sin aliento.
—¡La internaron en el hospital del centro! —respondió Enzo, su tono grave y urgente.
Las palabras golpearon a Jeremías como un balde de agua fría, y un escalofrío recorrió su espalda. La preocupación lo invadió de inmediato; su mente comenzó a imaginar lo peor.
Las miradas de todos los invitados se centraron en Ethan y Nelly, quienes se encontraban en el centro de ese majestuoso jardín, rodeados de un silencio inquietante.
Nelly lo miró con ojos llorosos, su expresión reflej