23. La versión de ti que prefiero
Elara sigue sentada en el invernadero, rodeada del aroma a savia fresca, aserrín húmedo y las notas verdes que desprenden las hojas al rozar unas con otras. El ambiente es cálido, casi apacible, como si el tiempo mismo hubiera decidido hacer una pausa para contemplar la escena. Sus ojos se posan en Patric, que trabaja el pequeño bloque de madera con la precisión de quien no solo talla una figura, sino también un recuerdo. O tal vez, un consuelo.
Lo observa en silencio, dejando que la quietud le permita notar cada detalle. La forma en que sus dedos grandes, firmes, acarician la superficie de la madera antes de volver a pasar la gubia. Sus labios, curvados apenas, rojos como si el frío no les afectara; su mirada azul, tan clara como punzante, permanece fija en lo que hace, entrecerrada con concentración.
Elara sigue el movimiento de sus manos, del pulgar que barre una astilla con una ternura que no le había imaginado. Lo ve levantar la figura apenas tallada, examinarla contra la luz