79.
AURORA
Sentía que no podía más; cada movimiento era una lucha constante entre mover un pie y el otro. Me dolía todo el cuerpo, quería literalmente morirme, pero estoy segura de que si lo hago, el entrenador del demonio iría por mí al más allá.
Creo que tengo un punto blanco en la espalda, uno bien grande, porque soy la única a la que molesta todo el tiempo.
Suspiro derrotada ante otro día más: entrenamientos, peleas con armas, sus estúpidos juegos mentales que me tienen a punto de lanzarme por el precipicio.
Hoy estaba a punto de perder la cabeza con un estúpido oso bebé imaginario.
Por mí, pueden morirse todos con el entrenador y su jodida silla.
—Así que aquí estás.
Asiento sin decir mucho ante la llegada de Lessan. Tomo de sus manos la taza humeante con lo que se supone debe ser café o, seguramente, algún agua de calcetín sucio.
Se sienta a mi lado, colgando los pies sobre el precipicio donde estoy sentada.
Desde aquí, puede verse la bonita cascada a lo lejos y todo el bosque a nue