KAYNE

Sabía que en cualquier momento tendría que enfrentar este problema: una habitación llena de Alfas nerviosos, otros con posturas desafiantes, sin saber qué esperar de mí.

O de sus manadas.

Cada uno de ellos quiere saber hasta dónde tengo la confianza en ellos, su postura ante la amenaza que yo mismo creé.

Camino alrededor de la mesa larga, donde las copas ya están servidas a un lado de las carpetas que cada uno tiene para presentar nuestro trato de paz.

Uno tan delgado y frágil como sus cuellos.

Me siento al pie de la mesa, observándolos. Después de todo lo que descubrí en las manadas del norte, ya no sé realmente en quién confiar.

Aunque la respuesta a eso es más que obvia.

En nadie.

Sin embargo, yo sigo siendo su pilar, su cabeza, el que se supone que los guía cuando las cosas están difíciles.

Ellos confían en mí, como yo en ellos, una mentira hipócrita que cada uno de nosotros se cree hasta que algo cambie y tal vez ese algo… sea ella.

—Los escucho—digo simplemente, y con eso