AURORA
Sus ojos recorrieron los míos, bajando por mi nariz y luego a mis labios donde se detuvo más, siguió el camino hacia mi cuello, centímetro a centímetro, parte por parte, dejando grabado en mi piel una pequeña estela ardiente que de alguna forma se sentía bien.
La camisa dejaba al descubierto mi hombro, su marca entrelazada entre blanco y negro a la vista de sus ojos que la recorrieron con una intensidad y amor que no se molestaba en ocultar.
La posesividad con la que apretaba mis caderas y veía su marca estaban causando estragos en mi estómago.
Una pequeña muestra del control que sabe que tiene sobre mi cuerpo y mis sentidos.
Sentí los pezones endurecer a través de la tela, quise apartarme de él, salir de su dominio, de su control, pero ya era muy tarde.
—No— su orden fue precisa, firme, dejándome quieta mientras sus ojos bajaban cada vez más y yo solo quería morirme de vergüenza.
Sabía bien que estaba delgada, seguramente nada atractiva a sus ojos, pero podía sentir un