Todas las señoritas entraron en pánico, y algunas tímidas incluso empezaron a sollozar de miedo.
Pero Leonardo no mostró ni pizca de piedad y dijo fríamente: —Si se atreven a decirlo, tienen que ser capaces de asumir las consecuencias.
Natalie, por su parte, también se sorprendió un poco al verlo y le preguntó en voz baja: —¿Cuándo llegaste?
—Cuando saliste de la sala.
—Ah, ya veo...
«¿Así que me siguió todo el camino al jardín?»
Leonardo la miró a los ojos con cierta ternura. No esperaba que Natalie saliera en su defensa, y una oleada de sentimientos indescriptibles lo inundó.
—¿Ya fuiste a ver a la abuela? Estuvo hablando de ti todo el tiempo.
—Todavía no.
Nada más llegar a la Mansión de Armonía, Leonardo la vio dirigiéndose al jardín y la siguió.
—Entonces te llevaré allí. ¿Ya preparaste el regalo de cumpleaños para la abuela?
—Sí.
Natalie empujaba la silla de ruedas mientras charlaba ocasionalmente con Leonardo, y la atmósfera entre los dos era bastante relajada y alegre.
Recién ha