La luz de la habitación se filtraba suavemente por las cortinas, pintando un mosaico tenue sobre las paredes blancas y los muebles minimalistas. El cuarto de hospital estaba silencioso, solo roto por el leve zumbido de los monitores y el tic-tac del reloj en la pared. Marcos, Isabella y Leo estaban sentados, cada uno con sus propios pensamientos atormentados y llenos de ansiedad. Habían pasado días esperando este momento, el instante en que Fernando despertara plenamente de su inconsciencia, y ahora parecía acercarse.
Marcos estaba sentado al borde de la cama, observando cada respiración, cada movimiento mínimo de su amigo. Su corazón latía con fuerza, una mezcla de alivio y miedo. Cada vez que Fernando respiraba con un suspiro más profundo, Marcos sentía que podía soltar un poco de la tensión que lo había mantenido rígido durante días. Isabella estaba cerca, tratando de mantener la calma, aunque sentía que su mundo se desmoronaba. Su corazón latía tan fuerte que temía que Fernando pu