Había pasado una semana desde aquella noche que la cambió por completo. Isabella ya estaba recuperada, o al menos eso quería creer. El médico le había dado de alta y, aunque su cuerpo se sentía fuerte, su mente aún batallaba contra una maraña de pensamientos imposibles de ordenar.
Aquel lunes por la mañana, el cielo amaneció claro, como si el destino quisiera regalarle una tregua. Se vistió con un conjunto sobrio, el cabello recogido y su perfume favorito, intentando convencerse de que nada había cambiado. Pero lo cierto era que todo había cambiado.
Al llegar a la empresa, cada paso hacia el ascensor le pesaba. Había ensayado mil veces en su cabeza cómo actuaría cuando lo viera… cuando tuviera frente a ella a Marcos D’Alessio, el hombre con quien había compartido noches que ahora dolían más que nunca.
El sonido de los tacones sobre el mármol retumbó en su pecho. Al doblar el pasillo, su corazón se detuvo. Allí estaba él, junto a la gran ventana de su oficina, con ese porte inconfundib