Capítulo 128: Flores bajo la noche.
Isabella llegó a su alcance. Por un instante la distancia se redujo a la longitud de una respiración. Él inclinó la cabeza, lento, esperando el contacto que parecía inevitable. Ella, con la misma determinación que la había traído hasta allí, levantó la cara y simuló el gesto de aproximarse para un beso: sus ojos se cerraron apenas, su cuerpo se inclinó, sus labios rozaron el aire que lo separaba de los de él.
Y entonces, con una fuerza que salió de la rabia y de la necesidad de marcar un límite, le estampó la cachetada.
El sonido seco resonó en la habitación como un latigazo. Marcos no tuvo tiempo de reaccionar de inmediato; la palma quedó en su mejilla y, por un segundo, pareció tan aturdido como cualquiera. La mejilla ardía con el calor de la bofetada, la huella de la mano enrojecía su piel. Había sorpresa en su rostro, sí, pero también algo más: un relámpago de reconocimiento, de que el gesto no era mera violencia sino una palabra sin voz.
Isabella retrocedió dos pasos, respirando