Todo había quedado reducido a cenizas.
El corazón de Selene no podía soportarlo; una que otra lágrima surgía de sus ojos mientras observaba todo por lo que su madre y ella habían trabajado arduamente.
Sabía que para la familia Sartori esa empresa no era nada, pero ella sabía que su madre había luchado fuertemente por ello, por un legado que perteneció a su abuela y a su familia en el pasado. Ahora, todo era humo y escombros.
Selene observó el edificio quemado, hecha ruina, y apretó sus manos en puño, mientras su secretario, quien estaba a su lado, parecía pensativo y lleno de dolor.
―Los bomberos acaban de decirnos que fue un incendio provocado… ―Selene giró su rostro hacia su secretario Dylan, aquel que con una expresión un tanto incómoda continuó hablando.
―¿Qué acabas de decir? ¿Provocado? ¿Por quién? ―El secretario negó, mientras Selene se llenaba de furia al saber, que aquella destrucción no había sido algo del destino, sino obra de una mano externa.
―No lo sabemos con certeza, p