Oriana
La tormenta rugía afuera, sacudiendo la cabaña como si intentara advertirme que mi tiempo con Sthepan estaba contado. Me incliné sobre la mesa rústica, repasando la lista de suministros que él había garabateado en un papel arrugado y le tomé una foto para enviársela a Alexei, que había ido a la tienda. Por el momento, trataba de concentrarme, en nuestra supervivencia, aunque era imposible.
Frente a mí, se encontraba Sthepan recostado en el sofá de cuero desgastado, con la pierna en alto.
Lo ayudamos a bajar, porque se veía cada vez más inquieto, sin embargo, se sentía como un error. Casi no podía resistir el magnetismo que, ejercía sobre mí, lo que no era nada bueno, luego de que me dijese sin ningún miramiento, que lo único que quería era salir del problema que significaba, cargar conmigo.
Por esa razón maldije cuando no pude apartar la vista de los duros músculos pectorales y mi corazón tronó contra mis costillas. Los tatuajes cubrían la mayor parte de su torso, esculpido, la