En un mundo dividido por portales dimensionales, los hombres lobo, criaturas ancestrales con una inteligencia superior y una sed insaciable de poder, han descubierto una manera de cruzar a mundos paralelos. Liderados por un consejo oscuro conocido como "La Manada Eterna", buscan conquistar cada dimensión para establecer su dominio absoluto sobre la humanidad. Sin embargo, los humanos no están dispuestos a someterse. Un grupo de rebeldes, conocidos como "Los Guardianes del Velo", ha descubierto el secreto de los portales y lucha en las sombras para proteger su mundo y preservar la libertad. Entre ellos, Lía, una joven con un misterioso linaje que podría ser la clave para equilibrar el poder entre ambas especies, y Einar, un lobo que cuestiona las órdenes de su manada y podría convertirse en el inesperado aliado de los humanos. A medida que las fronteras entre los mundos se desmoronan, las alianzas se vuelven frágiles, y la línea entre el bien y el mal se difumina. ¿Podrán Lía y Einar encontrar una forma de coexistencia, o el destino de todos los mundos será decidido por la guerra?
Ler maisEl viento cortaba con fuerza a través del bosque sombrío, llevando consigo un eco lejano que parecía un aullido. Lía ajustó la capucha de su abrigo y miró hacia el cielo encapotado. La luna, apenas visible entre las nubes grises, iluminaba con un débil resplandor el camino que serpenteaba entre los árboles. Sabía que no tenía mucho tiempo antes de que ellos aparecieran.
—Lía, apúrate —susurró una voz a sus espaldas.
Ella se giró, encontrándose con los ojos oscuros y alertas de Samuel, su mejor amigo y compañero en esta peligrosa misión. Vestido con ropas de combate gastadas, Samuel sostenía un viejo mapa que temblaba ligeramente en sus manos.
—Estamos cerca, ¿verdad? —preguntó ella, más para confirmar lo que ya sabía.
Samuel asintió.
—El portal debería estar a unos doscientos metros al norte. Si las coordenadas son correctas... —Hizo una pausa y apretó los labios—. Pero no somos los únicos que lo buscan.
Lía apretó el mango de la daga oculta en su cinturón. Había sentido la presencia de algo más en el bosque desde hacía horas. Los lobos estaban cerca.
—Debemos movernos rápido —respondió ella, su voz firme pero en calma. No podían permitirse dudar ahora.
Los dos avanzaron en silencio, pisando con cuidado entre las hojas secas para evitar hacer ruido. El aire estaba impregnado de un olor extraño, una mezcla de tierra húmeda y algo metálico, como si el bosque mismo se preparara para una batalla.
En la distancia, oculto entre las sombras de los árboles, Einar observaba a los dos humanos con ojos penetrantes. Sus sentidos estaban agudizados, cada sonido, cada movimiento quedaba registrado en su mente. Era un lobo, pero no como los demás de su manada. Había algo en él que siempre lo había hecho dudar de las órdenes de La Manada Eterna. Esta noche no era la excepción.
—¿Por qué los sigues? —La voz de una mujer resonó en su mente.
Einar no se giró, pero reconoció de inmediato la presencia de Freya, una de las líderes más despiadadas de la manada.
—Porque son diferentes —respondió en voz baja, casi un susurro—. La chica… Lía. Ella no es como los demás.
Freya apareció a su lado, su figura esbelta envuelta en una capa oscura que parecía fundirse con la noche. Sus ojos dorados brillaban con una luz depredadora.
—Todos los humanos son iguales, Einar. Débiles. Temerosos. No pueden resistirnos. Y si esa chica es especial, debemos eliminarla antes de que se convierta en un problema.
Einar apretó los dientes. No estaba de acuerdo, pero sabía que discutir con Freya solo complicaría las cosas.
—No se han acercado al portal aún. Observémoslos un poco más.
Freya lo miró con desconfianza, pero finalmente asintió.
—Tienes hasta la medianoche. Si no actúas, lo haré yo.
Einar observó cómo Freya desaparecía en las sombras, y su corazón latió con fuerza. Sabía que estaba jugando con fuego, pero algo en su interior le decía que Lía era la clave para algo más grande que la simple guerra entre lobos y humanos.
Lía y Samuel llegaron a un claro en el bosque. En el centro, una estructura antigua se alzaba como un monumento olvidado: un arco de piedra cubierto de runas brillantes. El portal.
—Lo encontramos… —murmuró Samuel, con una mezcla de alivio y preocupación.
Lía se acercó lentamente al portal, sus ojos recorriendo cada detalle de las runas. Las había visto antes, en los libros antiguos que su abuela le había dejado antes de desaparecer. Pero ahora, al estar frente a ellas, algo dentro de ella se agitó, como si las runas intentaran hablarle.
—Lía, esto es peligroso. Deberíamos marcar la ubicación y regresar al campamento —sugirió Samuel, su voz temblando ligeramente—. No sabemos lo que podría pasar si activamos esto.
—No vinimos hasta aquí para dar media vuelta, Samuel —respondió ella, sin apartar la vista del portal—. Algo nos trajo aquí… algo que necesitamos entender.
Samuel suspiró, pero antes de que pudiera responder, un crujido resonó entre los árboles. Ambos se giraron rápidamente, desenfundando sus armas. Lía sintió cómo su corazón se aceleraba. Sabía lo que venía.
Unos ojos dorados brillaron en la penumbra.
—Están aquí —susurró Samuel.
De entre las sombras emergieron tres figuras. Lobos. Altos, de movimientos fluidos y ojos que reflejaban la ferocidad de su naturaleza. Einar estaba al frente, con el rostro impasible, mientras Freya y otro lobo se colocaban a sus lados.
—Humanos... —Freya habló con una voz suave, casi seductora, pero cargada de amenaza—. No debían estar aquí.
Lía alzó la daga, manteniendo la mirada fija en Freya.
—Este lugar no les pertenece a ustedes.
Freya soltó una carcajada fría.
—Todo en este mundo nos pertenece. Ustedes solo viven porque lo permitimos.
Einar observó a Lía en silencio. Había algo en ella, una fuerza oculta que incluso Freya parecía no notar. Podía sentirlo. Un poder que aún no había despertado del todo.
—No queremos luchar —dijo Einar finalmente, su voz calmada, pero firme—. Den un paso atrás y nos marcharemos.
Freya lo miró con incredulidad.
—¿Nos marcharemos? ¿Desde cuándo tú decides eso, Einar?
Lía no esperó más. Dio un paso adelante, su voz cargada de determinación.
—No necesitamos su permiso para estar aquí.
Las palabras de Lía resonaron con una extraña energía. Las runas del portal comenzaron a brillar con más intensidad, como si respondieran a su presencia. Einar lo notó. Su instinto le gritaba que algo estaba a punto de suceder.
—¡Lía, cuidado! —gritó Samuel, justo cuando Freya se lanzó hacia ella con una velocidad sobrehumana.
Lía reaccionó por instinto, levantando la daga, pero antes de que el choque se produjera, una explosión de luz azul emanó del portal, lanzando a todos hacia atrás.
Einar se levantó tambaleante, sus ojos parpadeando por la intensidad de la luz. Miró a Lía, quien ahora estaba de rodillas frente al portal, con las runas brillando alrededor de ella. Parecía... diferente. Más fuerte.
Freya se incorporó, furiosa, y se preparó para atacar de nuevo, pero Einar levantó una mano, deteniéndola.
—¡Espera! —gritó—. No es como nosotros pensábamos. Ella es...
—La llave —murmuró Freya, con los ojos entrecerrados.
Lía levantó la vista, encontrándose con los ojos de Einar. Había una conexión, una comprensión silenciosa que pasó entre ellos en ese instante. Pero no había tiempo para preguntas.
El portal comenzó a temblar, y una grieta en el aire se abrió frente a ellos, mostrando un destello de otro mundo, oscuro y desconocido.
—¡Lía, tenemos que irnos! —insistió Samuel, tirando de su brazo.
Pero ella no podía moverse. Algo la retenía allí, como si el portal la llamara.
Einar dio un paso adelante, sus ojos fijos en ella.
—Si cruzas ese portal, no hay vuelta atrás —advirtió.
Lía lo miró, sus labios temblando por la incertidumbre, pero también por la determinación.
—Si no cruzo, tampoco habrá futuro para nosotros.
Einar entendió el peso de esas palabras. La guerra no era solo entre lobos y humanos. Había algo más, algo que ambos desconocían, pero que ahora se avecinaba.
—Entonces te acompañaré —dijo Einar, para sorpresa de todos.
Freya gruñó, furiosa.
—¡Einar, no puedes traicionar a tu manada!
Pero él ya había tomado su decisión. Se acercó a Lía, tendiéndole una mano.
—No estás sola en esto.
Lía dudó por un instante, pero luego tomó su mano. Juntos, dieron el primer paso hacia el portal, mientras Samuel y Freya observaban con temor y asombro.
Y con un destello final, ambos desaparecieron en el velo que separaba los mundos.
El destino había comenzado a escribirse.
El aire dentro de la sala era espeso, casi palpable. La figura que los había recibido irradiaba un poder opresivo que parecía llenar cada rincón de la habitación. Su forma, aunque vagamente humana, era etérea y oscura, como si estuviera hecha de sombras líquidas. Sus ojos, pozos profundos de luz blanca, miraban directamente a cada uno de ellos, desnudando sus almas.—¿Quién eres? —preguntó Lía con una voz firme, aunque sentía cómo su corazón latía con fuerza.—Soy el Guardián del Abismo —respondió la figura, su tono resonando como un eco infinito—. Mi propósito es simple: proteger la línea que separa los mundos y decidir quién puede cruzar.Kael avanzó un paso, su mano rozando la empuñadura de su espada.—No necesitamos tu permiso. Llegamos aquí para restaurar el equilibrio, y nada nos detendrá.La figura esbozó una sonrisa que era más amenaza que bienvenida.—¿Restaurar el equilibrio? Qué frase tan ingenua. No tienen idea de lo que están intentando lograr.La sala comenzó a cambiar.
El grupo cruzó la puerta dorada con una mezcla de determinación y aprehensión. Tan pronto como dieron el primer paso, una luz cegadora los envolvió, obligándolos a cubrirse los ojos. Sentían que el suelo bajo sus pies desaparecía, como si estuvieran flotando en el vacío.Cuando finalmente la luz comenzó a desvanecerse, se encontraron en un lugar completamente diferente: un vasto campo cubierto de niebla plateada que parecía extenderse hasta el infinito. El aire estaba cargado de energía, y cada paso que daban resonaba como si estuvieran caminando sobre cristal.—¿Dónde estamos? —preguntó Rilan, mirando a su alrededor con una mezcla de asombro y desconfianza.—Es el Umbral —respondió Kael, con un tono grave—. El lugar entre lo que es y lo que podría ser. Aquí, todo es posible... y nada es seguro.Lía frunció el ceño mientras examinaba el entorno. Algo en el aire le resultaba familiar, como si este lugar estuviera conectado de alguna manera con su propia esencia.—Debemos seguir adelant
El grupo descendió por el pasillo iluminado con una tenue luz azulada que parecía emanar de las mismas paredes. Cada paso resonaba en un eco profundo, como si el propio Santuario estuviera escuchándolos. Lía lideraba el camino, con Kael justo detrás, mientras Rilan y Ceyar cerraban la marcha, ambos con las manos en las empuñaduras de sus armas, siempre alerta.El descenso parecía interminable, y con cada metro que avanzaban, la presión en el aire aumentaba. Era como si algo en las profundidades les advirtiera que se retiraran. Pero ninguno de ellos estaba dispuesto a rendirse ahora.—¿Alguien siente que este lugar está vivo? —murmuró Rilan, rompiendo el silencio.Kael asintió, aunque no se giró.—Es el Santuario. Está conectado con el Corazón. Todo aquí responde a su energía.—Entonces, ¿por qué parece que nos observa? —insistió Rilan.—Tal vez porque lo hace —respondió Ceyar, con una sonrisa nerviosa.Finalmente, el pasillo terminó en una puerta imponente. Era de obsidiana pulida, co
El aire dentro de la nueva sala era diferente, casi etéreo. Una brisa suave circulaba en un espacio que parecía no tener fin, aunque los muros estaban a la vista, marcados con runas antiguas que brillaban débilmente. En el centro de la sala, una estructura flotaba sobre el suelo: un pedestal de cristal que irradiaba una luz dorada. Sobre él descansaba un objeto que parecía pulsar con vida propia, un orbe cristalino de color ámbar con finas vetas oscuras que se movían como si fueran corrientes de agua atrapadas en su interior.El grupo se detuvo en seco. Nadie se atrevió a dar el primer paso hacia el pedestal.—Ahí está —murmuró Rilan, con un tono que oscilaba entre admiración y temor—. El Corazón del Santuario.—¿Es esto lo que buscamos? —preguntó Kael, mirando a Koryan.Koryan asintió lentamente, sus ojos fijos en el orbe.—Es más que eso. Esto no solo mantiene el equilibrio del Santuario; conecta con todas las dimensiones que conocemos y las que aún no hemos explorado.—¿Y qué hacem
El aire dentro del Santuario del Alba era denso y cargado de una energía que parecía vibrar con vida propia. El grupo avanzaba en silencio, con los pasos resonando sobre el suelo de piedra pulida, reflejando tenues destellos de luz dorada. La arquitectura era imponente, con arcos altos y grabados intrincados que narraban historias de tiempos antiguos. Sin embargo, lo que captaba la atención de todos era la enorme puerta al final del pasillo, una estructura que parecía latir al compás de sus propios corazones.—Es aquí —murmuró Koryan, deteniéndose frente a la puerta.Lía sintió un escalofrío recorrer su espalda. Había algo en esa puerta que la llamaba, una conexión inexplicable que la hacía sentir que esto era más que un simple destino. Era un punto de convergencia, una pieza clave en un rompecabezas que apenas comenzaban a comprender.—¿Cómo la abrimos? —preguntó Kael, con la mano descansando sobre la empuñadura de su espada.—No es cuestión de fuerza —respondió Ceyar, observando las
El resplandor en el horizonte parecía aumentar con cada paso que daban, como si el Santuario del Alba estuviera llamándolos. Sin embargo, el aire se volvía más denso, y el suelo bajo sus pies se sentía cada vez más frágil, como si la tierra misma estuviera cediendo ante una fuerza desconocida.—Estamos cerca —dijo Koryan, rompiendo el silencio tenso.Lía observó a su alrededor, notando cómo las sombras parecían hacerse más largas y amenazantes. Había algo en el ambiente que no solo la inquietaba, sino que también resonaba con una extraña familiaridad. Una sensación de déjà vu la envolvía, aunque no podía precisar por qué.—No puedo evitar sentir que algo nos está esperando ahí —murmuró.Kael, caminando a su lado, asintió con la cabeza.—No estás equivocada. Este lugar... parece vivo.Ceyar, con su acostumbrado aire despreocupado, levantó una ceja y se detuvo un momento.—Por supuesto que está vivo. Las Tierras Perdidas son un ecosistema de magia antigua. Cada roca, cada sombra, tiene
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