—¿Dónde estás Mili? —preguntó sacudiendo la mano justo frente a ella.
Cuando la joven escuchó su voz salió del ensimismamiento y elevó la mirada un tanto avergonzada. Tragó grueso y desvió sus ojos hacia la mesa.
—Lo siento, no me di cuenta que habías vuelto —musitó.
—No importan, pero dime ¿En qué pensabas tan concentradamente? —preguntó él, mientras caminaba a su asiento para sentarse.
—No lo sé —mintió—. Quedé con mi mente en blanco.
—¿Tienes pajaritos en la cabeza? —preguntó risueño.