17. Tú y mis ganas de más.
Disfruté de su silenciosa compañía durante los minutos que solo tomamos el sol, en silencio y sin demostrar lo que realmente suponía para mí el estar a su lado en aquel momento. No esperaba mucho más de alguien como Olympia, dado que, el estar allí junto a su imponente presencia, ya era mucho más de lo que había soñado en esta última semana.
—Peter, acércate a mi lado, vas a quemarte si te quedas ahí. El sol está pegando fuerte a estas horas —me invitaba sacándome de mis pensamientos soñadores.
¡Joder! Aquello era la puñetera realidad y debía centrarme en disfrutar de nuestro momento con los pies bien puestos en la fina arena.
Me acerqué sin pensarlo dos veces y ella acarició mi hombro cariñosamente poniéndome la piel de gallina de puro placer.
—Eres de piel clara y debes tener cuidado con las quemaduras —añadió haciéndome sentir repentinamente como en casa y al cuidado de una madre protectora. ¡Puaj! eché ese pensamiento de mi cabeza al instante, a ella no podía verla de ese m