Kaled Gama ha cumplido su sueño: ser aceptado en el Tecnológico de Querétaro. Con esta meta cumplida viaja a la ciudad para irse preparando para su nueva vida, sin embargo, cuando todo parecía indicar que viviría una vida común y corriente de universitario, no sólo es arrastrado a un misterioso mundo donde reptan criaturas desconocidas y peligrosas… sino que también conoce a Diana, una misteriosa chica que se dedica a cazar a estas criaturas. A partir de este encuentro, la vida de universitario de Kaled será por completo muy diferente a lo que él esperaba.
Ler maisEsa noche algo pasaba en la ciudad de Querétaro, aunque casi nadie fuera capaz de percatarse de ello: una espesa niebla cubría toda la zona al tiempo que una luz espectral iluminaba el lugar.
Las calles estaban vacías y nada, desde el sonido de autos hasta el sonido de animales nocturnos, podía escucharse. Nada, excepto unos pasos que hacían eco.
Poco a poco comenzó a hacerse visible el dueño de esas pisadas. Era una joven de largo cabello rubio que contrastaba con su piel morena, que llevaba una trenza en su sien izquierda y vestía ropa deportiva negra que permitía ver su desarrollado cuerpo que indicaba que era una mujer en la flor de la juventud. Pero sus rasgos más llamativos eran la mueca de dolor que se dibujaba en su rostro y la forma tan insistente en que se sujetaba el brazo izquierdo sobre el cual, en su hombro, había una mancha negra que formaba lo que parecían ser dos alas apuntando al cielo.
—Ya llega… —gimió en dolor— Llega maldita sea…
El dolor de su brazo se hizo insoportable, arrancándole un grito de dolor que la hizo tirarse en la banqueta y asumir una posición fetal en un intento de mitigar un poco el dolor… pero fue inútil.
Un fuerte espasmo de dolor la hizo levantarse un poco, mientras gritaba y algunas lágrimas escapaban de sus ojos de color dorado. En segundos que le parecieron horas, el dolor desapareció tan pronto como vino y ella cayó de bruces contra el suelo, jadeando y sintiéndose bañada en sudor… pero eso no significaba que todo estuviera mejor.
Junto a ella estaba una criatura: Parecía un oso blanco, pero su cara era como si alguien hubiera tratado de borrarla sin éxito, por lo que era una mancha en la que sólo se podían distinguir otras tres manchas que corresponderían a sus ojos y boca.
La chica y la criatura se miraron en silencio por unos segundos hasta que aquel ente profirió un fuerte rugido y levantó sus garras con el objetivo de arremeter contra la indefensa muchacha, pero cuando apenas iba a dar el zarpazo asesino…
—¡Alto! —dijo una voz tras la criatura.
La criatura detuvo su ataque, se giró y frente a él se encontró con un hombre parado a mitad de la calle. Era alto, con el cabello negro y largo, tan surcado de canas como su rostro de arrugas. Era moreno, con una barba mal afeitada y con unos ojos oscuros que aunque reflejaban cansancio, también reflejaban decisión.
La criatura y el hombre intercambiaron miradas. Por extraño que pareciera, la criatura parecía estar considerando sus opciones, pero justo cuando pareció haber tomado una decisión, algo pasó: La criatura hizo una mueca de dolor y se puso tensa, para luego rugir. Tras esto, comenzó a convertirse en un polvo rojo que poco a poco era absorbido por algo tras de sí y cuando la masa de la criatura se redujo, su atacante se reveló: la chica rubia, pero había algo raro en ella: su brazo izquierdo estaba surcado de brillantes líneas rojo carmesí que estaban absorbiendo el polvo del que estaba hecho la criatura.
Cuando la amenaza desapareció, la rubia cayó de rodillas jadeando de cansancio. Mientras tanto el hombre, sin ninguna clase de emoción, sacó un cigarro de su bolsillo, lo encendió y se sentó junto a la chica.
—¿Y si nos sacas de aquí? —preguntó el hombre mientras le daba una bocanada a su cigarro.
La muchacha se limitó a suspirar cansada, al tiempo que la niebla que les rodeaba comenzaba a desaparecer.
Poco a poco volvieron a hacerse audibles los sonidos típicos de la noche, al tiempo que también se hacían visibles tanto otras personas como autos. Un pordiosero que pasaba frente a ellos les miró, sacudió la cabeza y luego continuó con su camino.
—Te tardaste —dijo molesta la joven mientras se sentaba junto al hombre y le arrebataba el cigarro para comenzar ella a fumarlo.
—Te dije que iba a estar ocupado —respondió el hombre mientras sacaba un nuevo cigarro para encenderlo para sí—. ¿En serio tenías que salir hoy?
—Tenía hambre —respondió la joven antes de volver a llevarse el cigarro a la boca, lo que le arrancó una carcajada al hombre.
—¿Desde cuándo haces esto por hambre? —preguntó burlón el hombre, luego se enserió un poco y dijo—. Pero hablando en serio… me tardé en encontrar tu zona. Cada vez me cuesta más trabajo localizarla, ya no digamos entrar. Y además… estoy casi seguro de que tu pecado consideró atacarme. Esto se está complicando.
Sin mostrar ninguna emoción la muchacha se puso de pie, tiró el cigarro al suelo donde lo pisó y mirando al cielo con las manos en la cintura dijo.
—No creas que no he notado que esto se ha ido complicando.
El hombre rió.
—Siempre podrías dejarlo, sabes que no estás obligada a hacer esto —dijo en tono burlón, porque ya sabía la respuesta a la sugerencia que había dado.
La chica torció la boca, levantó su mano izquierda a la altura de su rostro y con un odio intenso en sus palabras, dijo.
—Sabes que no puedo hacer eso. No descansaré hasta que encuentre a ese maldito y lo devore. Ya qué estoy segura de que… ha regresado a Querétaro.
Para ser casi el final del otoño, ese día estaba bastante soleado en Querétaro.Sin embargo, eso no quitaba que el uso de una chamarra fuera obligatorio pues los fuertes vientos helados podían hacer que aquel que le jugara al valiente con el frío obtuviera un catarro que le arruinaría las fiestas navideñas que ya estaban a la vuelta de la esquina, y nadie quería eso.Bajo el puente peatonal que estaba frente a la plaza de las Américas, se detuvo un autobús para que bajara el pasaje. Entre todas las personas que bajaron, bajó Kaled, portando una gruesa chamarra café que lo protegía del frío y además, con la cara llena de parches y curaciones y eso sólo era lo que estaba visible.Aunque ya habían pasado algunos días, los golpes y las heridas todavía le dolían, pero ese día se hicieron más soportables pues resulta
Ni Diana ni Amit podían comprender qué era lo que estaba pasando. No había duda, esa persona frente a ellas era Nadia, tal vez la forma en que Nadia se vería si tuviera la edad de Diana, pues su cabello era más corto que el de su hermana, no llevaba la trenza en su lado izquierdo y además, su expresión facial era diferente.—¿Pero cómo…? —exclamó Amit mirando a la aparición—. Nadia… ¡¿De verdad eres tú?! De verdad… ¿regresaste del mundo de los muertos?En respuesta, Nadia sonrió de una forma triste y dijo:—Aquellos que han muerto no pueden revivir por más que lo deseemos. Así que yo… soy y no soy Nadia.Esta respuesta confundió a Diana y a Amit.—No te entiendo… —exclamó Amit confundida.Nadia miró al cielo y dijo:&mdas
Tras la declaración de Amit, tanto Kaled como Diana se quedaron en silencio. Para Kaled era imposible saber qué era lo que Diana estaba pensando tras esa extraña frase, pero para él al menos algo ya hacía sentido: el porqué Amit llamaba a Diana “faker”. Faker significa falso, si para ella Diana era una “falsa Diana”, tenía sentido que la llamara así… ¡¿Pero por qué esa eidola estaba convencida de que ella era la verdadera Diana?!—¡No digas estupideces! —se apuró a gritar Diana—. ¡¿Cómo diablos un pecado como tú sería la verdadera yo?!Ante la pregunta, Amit rió un poco, bajó la cabeza y mientras comenzaba a pasearse por el lugar, dijo:—Al principio yo tampoco lo creí posible, pero las pistas están ahí. Los pecados no deberíamos tener tantos rec
Por su naturaleza como pecado, Amit apenas si era capaz de sentir cambios de temperatura… pero nada más escuchar esas tres palabras de boca de Daniel, y además verlo preocupado por la situación en la que se encontraban, la eidola pudo sentir algo de frío bajar por su espalda.Mientras tanto, el devorador frente a los dos pecados sonrió y dijo:—Vaya, vaya… ¿quién lo diría? Los pecados que estaba rastreando resultaron ser bastante especiales: dos eidolas. Podrían engañar a cualquier otro humano con su apariencia pero no a un ojo experto como el mío.Daniel, apretando los puños gritó:—¡Déjanos en paz! No queremos problemas.Ante el pedido de Daniel, el devorador rió y dijo:—¿Problema? Pero si ustedes ya tienen un problema: existen. Y yo tengo hambre. Los eidola son sólo un mito y aqu&iac
Y a partir de ese momento comencé a vivir con Daniel en nuestra pequeña casita en el bosque. No había mucho qué hacer, Daniel a veces cuidaba de su jardín o nos poníamos a leer, pero en general sentía que nos limitábamos “a estar”.Lo único que de verdad me animaba en esos días era salir a cazar pecados para alimentarnos, aunque eso sólo comenzó a demostrarle a Daniel que yo no era un pecado normal.En ese momento el claro del bosque estaba rodeado por aquella espesa niebla e iluminado por aquella espectral luz blanca. Daniel y Amit habían salido a cazar pecados, pero no estaban preparados para lo que se terminarían encontrando ese día.Enfrente de los dos eidolas, se encontraba un enorme toro verde de más de tres metros de altura con dos largas lenguas de fuego en lugar de cuernos.—Hay
Kaled y “Nadia” caminaban por el underground, con el joven atado por el pecado que parecía una estrella de mar y guiado por el pecado que parecía duende. Frente a ellos iba “Nadia”, caminando como si nada, con las manos tras la espalda, con una sonrisa en el rostro y hasta se podía escuchar que iba tarareando una canción.Luego de un rato, el tan singular grupo llegó hasta la calle Pie de la cuesta, donde se detuvieron.—Bueno, creo que ya nos alejamos lo suficiente —dijo de pronto “Nadia”, luego esta se giró y miró a los dos pecados—. Los veré después.Acto seguido Kaled sintió como el pecado estrella de mar lo soltaba para después ver cómo la niebla comenzaba a desaparecer, la luz sobrenatural comenzó a apagarse y poco a poco transeúntes y vehículos comenzaron a aparecer. En la esquina estaba una joven r
Último capítulo