El sótano parecía respirar a su alrededor. La energía oscura que impregnaba las inscripciones era palpable, casi asfixiante. Lucas, Alice, Mathias y Léa estaban frente al sello roto, con la mirada fija en el círculo fracturado y en las líneas que parecían vibrar bajo la luz vacilante de la lámpara de aceite.
Lucas, esforzándose por dominar su angustia, se volvió hacia Mathias. —Si este sello se ha roto, alguien lo ha hecho. No fue un accidente. ¿Pero por qué? ¿Y para liberar exactamente qué?
Mathias pasó un dedo tembloroso por los contornos del sello, como si tratara de comprender su textura. Murmuró sin apartar la vista. —No creo que se haya hecho para liberar algo. Es… como si se hubiera debilitado con el tiempo. Las inscripciones son antiguas, pero el propio sello parece más frágil.
Alice se echó un paso atrás, alternando la mirada entre Lucas y la pared. —Si este sello ha estado aquí durante décadas… o incluso siglos… ¿por qué ahora? ¿Por qué actúa esta casa ahora?
Léa, aún más cer