Había escuchado mil veces esa frase que dice: “Toda relación se basa en la confianza”, pero a veces, la línea que la sostiene es tan delgada que basta un pequeño roce para romperla, un leve empujón para que todo se vaya a la m****a.
Así fue aquel día, cuando mi vida comenzó a cambiar.
Recuerdo ese día a la perfección.
Rick Huston, el chico con quien llevaba cinco años de relación, había olvidado su teléfono en mi casa luego de pasar el día conmigo.
Aquella tarde había comenzado tranquila. Nos recostamos en el sofá, comimos frituras grasosas que se deshacían entre nuestros dedos y reímos hasta que nos dolieron las mejillas. Durante un par de horas, creí que aún existía algo de lo que habíamos sido. Pero bastó un comentario, una palabra mal entonada, para desatar una pelea absurda. Rick se marchó furioso, dando un portazo que hizo vibrar los vidrios de las ventanas. Ni siquiera volteó a mirarme, ni a despedirse.
Últimamente nuestras discusiones eran más frecuentes. Todo empezaba por cosas simples: una inocente salida a tomar helado con mi mejor amigo, quedarme estudiando hasta tarde en la universidad sin contestarle los mensajes, o incluso tomar horas extras en el trabajo. Él sabía que yo necesitaba mantenerme de alguna forma, ya que estudiar lejos de casa no era barato, y mis padres no podían ayudarme a costear los gastos.
El problema era que, para Rick, la culpa siempre era mía. Todo empezaba por acciones mías. Él, en su mente, era el novio perfecto que nunca cometía errores.
Después de todo lo que habíamos vivido, me preguntaba, ¿hasta dónde llegaba mi confianza en él? Solo tenía claro que lo amaba, por algo había pasado cinco años de mi vida a su lado, a pesar de que últimamente sus celos se habían vuelto enfermizos.
Rick ya no era el chico atento y detallista que conocí. Ahora era frío y distante. Nuestra relación había cambiado, y algo me decía que tenía todas las respuestas en mis manos.
Literalmente: en su celular.
Luego de divagar, la curiosidad me ganó. Desbloqueé su teléfono con el patrón que conocía de memoria y abrí W******p, más que nada para calmar mi arranque de paranoia. Recé por no encontrar nada extraño y lo primero que vi fue un mensaje sin leer de Sofía, su mejor amiga de toda la vida. Me debatí entre abrirlo o no. Sabía que cualquier cosa importante que a Rick le pasara, se lo contaría a ella. Por algo eran tan cercanos.
Finalmente, luego de darle muchas vueltas y morderme las uñas hasta dejarlas hechas trizas, abrí el mensaje y subí en el historial.
Cada palabra que leía me rompía un poco más el corazón, pero lo que más me devastó fueron los mensajes de la noche anterior a su visita en mi casa.
"Hoy no podré dormir contigo, corazón… le prometí a Francisca que iría a su casa. ¡Estoy de manos atadas! Pero tú tranquila, bebé, porque pronto estaremos juntos de nuevo y te daré una maratón de besos… en donde tú quieras, preciosa."
Mis ojos se llenaron de lágrimas y, con un solo parpadeo, comenzaron a correr libremente por mi rostro.
Bloqueé aquel teléfono, que ardía entre mis manos, y lo dejé a un lado. Me tapé la cara con ambas manos y sollocé. Me sentía completamente estúpida, engañada y decepcionada.
Repasé en mi mente la reciente pelea con Rick, donde él me juró que nada extraño pasaba, que todo estaba bien entre nosotros, que eran solo ideas mías y que yo era una paranoica.
Me había mentido. Claro que sí.
—Maldición... —susurré entre lágrimas.
Todo estaba mal entre nosotros. Si no fuera así, él no estaría engañándome con su mejor amiga.
Podría haber corrido a su casa a exigirle explicaciones, pero me obligué a ser inteligente y esperar el momento adecuado para enfrentarlo. Además, algo me decía que ni siquiera estaba en su casa. Era muy probable que estuviera con Sofía en esos momentos.
Tenía a mi favor que su teléfono estaba en mi poder, y que podía encararlo cuando él viniera a buscarlo.
Esa tarde lloré tanto que terminé quedándome dormida en el sillón, hecha bolita, lamentando no haber visto antes las señales. Me sentí tonta por seguir queriéndolo, incluso después de saber que me había sido infiel.
Sufrí mucho, pero en ese momento decidí que no podía seguir viviendo en una mentira junto a Rick. Nuestra relación debía terminar.
Después de todo, mi vida comenzó a mejorar desde aquel día.