—El sabor estaba muy bueno, justo como me gusta. Pensaba ir esta noche otra vez para probar otros platos —comentó Sebastián.
Luciana se sintió incómoda.
—En realidad... los preparé yo misma —se apresuró a explicar—. Cuando me pidió que comprara comida, justo había terminado de cocinar. Como usted siempre ha sido tan atento conmigo desde que entré al bufete, pensé que la comida casera sería más limpia e higiénica que la de un restaurante, así que me tomé la libertad de traerle lo que había preparado.
Sebastián la miró fijamente por varios segundos.
—Parece que me quedaré sin probar más de su cocina.
—Puedo cocinar para usted —respondió Luciana casi instantáneamente—. Solo necesito que me dé más oportunidades de práctica en el bufete.
—¿Acaso no soy lo suficientemente bueno contigo? ¿No es una oportunidad de práctica dejar que una pasante maneje casos por su cuenta? —cuestionó Sebastián.
—Sí, sí, por supuesto —admitió Luciana—. Si le gustó mi cocina, puedo preparar más y traérsela.
Sebas