Sebastián tomó los recipientes. —Gracias.
—No hay de qué —sonrió Luciana.
—Este es un apartamento de soltero, así que no te invitaré a pasar —dijo Sebastián, cerrando la puerta inmediatamente.
Luciana parpadeó, encontrándose de repente frente a una puerta cerrada, sin que le hubieran ofrecido ni un vaso de agua.
Aunque nadie había presenciado ese momento incómodo, igual se sentía avergonzada. Tosió suavemente y se dio la vuelta para irse. Había estado ocupada cocinando durante horas y ni siquiera había cenado, pero al menos había preparado una porción para ella; solo tendría que cocinarla al llegar a casa.
Mientras tanto, Victoria había llamado a Alejandro a la mansión de los Morales.
Apenas entró, vio que María también estaba allí, de pie en el comedor. —¿Ya llegaste? —le preguntó con una dulce sonrisa.
Alejandro asintió.
Victoria atendía a María con entusiasmo. —Siéntate, por favor.
—Déjeme ayudar a servir.
—No, no, para nada. Tenemos personal para eso.
Victoria le dio una palmadita