Capítulo 31
—¿Qué está diciendo Alejo? —Joaquín creyó escuchar el nombre de Luciana.

—No escuché bien, vámonos —Ricardo negó con la cabeza.

Joaquín asintió.

Alejandro vomitó una vez en la madrugada, y todo el cuarto quedó impregnado de un olor nauseabundo. Con la boca y la garganta resecas, se sentía como un pez fuera del agua, a punto de morir de sed.

—Agua, agua...

Antes, cuando se emborrachaba, Luciana solía quedarse a su lado toda la noche. Si tenía sed, ella le servía agua de inmediato, y cuando se sentía mal, ella lo consolaba. Nunca se había sentido tan terrible como hoy, sentía que se iba a morir.

La empleada doméstica llegó a limpiar hasta la mañana. Como Luciana ya no estaba y no había nadie que se encargara de la casa, había contratado a una empleada para las tareas del hogar.

Entre dormido y despierto, sintió que alguien trapeaba el piso. Al abrir los ojos, vio a la empleada limpiando. Frunció el ceño mientras recuperaba la lucidez, él mismo casi se desmaya por el aire viciado del cuar
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