María llegó al hospital y bajó del carro. Aunque a Lucas le caía mal lo mimada que era, igual se quitó la chaqueta de mezclilla y se la lanzó:
—Tu ropa está hecha pedazos.
María miró y vio lo mal que estaba. Nunca en su vida se había sentido tan desarreglada.
Agarró la chaqueta que Lucas le tiró y se la puso: —Gracias.
—No es nada, no tienes que agradecer —le contestó Lucas, quitándole importancia.
—Cualquiera en mi lugar haría lo mismo, no es para tanto.
María miró a Lucas. Siempre lo había sentido insoportable, pero hoy no le parecía tan terrible.
—Bueno, ya que estamos, vamos, te ayudo a entrar —dijo Lucas, y comenzó a caminar hacia el hospital.
María lo siguió rápido:
—Oye, ¿me prestas otra vez tu celular?
Lucas sacó el teléfono y se lo pasó.
María marcó el número de Brooks. Cuando le contestaron, dijo: —Estoy en el Hospital el Divino Niño, ven, necesito hablar contigo.
—Está bien —contestó Brooks.
Antes de colgar, María añadió:
—No le digas a mi hermano que te llamé.
Ella quería a