Sebastián miró a María un buen rato y le respondió en una voz grave:
—Bonita.
María brilló con los ojos.
—¿De verdad? ¿Cuándo la traerás a casa? —preguntó, emocionada.
Laura, de porte elegante, sonrió un poco mientras miraba con expectativa a su hijo: —Sebastián, dale, tráela para que la conozcamos. Si ella está de acuerdo, entonces pueden casarse dentro de poquito.
Laura estaba feliz porque su hijo tenía una novia:
—No tenemos exigencias con la chica, mientras te guste, está bien.
Laura conocía bien el carácter de su hijo. Sabía que si él tomaba una decisión, nadie podía cambiarla.
Por supuesto, ellos también querían que la futura nuera estuviera a la altura de su hijo, tanto en estatus como en clase social. Sin embargo, el amor parecía no depender de esas cosas. Al final, el destino es el que lo decide todo.
Pensaba que cuando su hija creciera, le encontraría un yerno perfecto. Incluso había soñado con ese hipotético muchacho excelente, tanto que en verdad se merecía a su hija. Per