Alejandro sentía como si toda la sangre de su cuerpo estuviera subiéndole directo al cerebro.
Si antes aún albergaba una pizca de esperanza, ahora lo veía todo con claridad: Luciana realmente quería alejarse de él.
Ya no quería volver a su lado.
¡No!
¡No podía aceptarlo!
Luciana se abrochó el cinturón de seguridad en el auto.
Escuchó los gritos de Alejandro, pero su expresión siguió completamente tranquila. Sebastián la miró de reojo.
Al ver que no se dejaba afectar, sonrió un poco.
Encendió el motor.
El rugido del auto mató el silencio.
Giró el volante y pisó el acelerador para irse del Muelle Río Verde.
Cuando ya el muelle no se veía ni a lo lejos, Luciana dijo:
—Gracias, abogado Campos, por esa actuación tan buena.
Sebastián apretó un poco el volante.
—¿No crees que tuvimos mucha química?
Luciana lo pensó un momento.
—La verdad, sí.
—Siempre pensé que usted era una persona muy seria. No me imaginé que pudiera...
—¿Pudiera qué? —él giró la cabeza para mirarla.
Luciana se tocó el cabe