Justo cuando Sebastián colgó el teléfono y estaba a punto de bajar del auto, sonó un tono de llamada. Miró hacia el asiento del copiloto y vio el celular de Luciana.
Lo agarró.
En la pantalla aparecía “Mamá”.
Sonrió.
Recordó a aquella mujer tan entusiasta. Le parecía que Catalina era una persona bastante interesante.
¿Tal vez ahora tenía un motivo para buscarla?
Se bajó del auto, tomó el ascensor hasta la planta baja y luego cruzó hacia el edificio de enfrente.
Mientras esperaba el ascensor en el edificio donde vivía Luciana, el teléfono volvió a sonar.
Quizás era algo urgente. Después de todo, ya era bastante tarde y seguían insistiendo. Dudó por un momento, pero contestó.
Antes de que pudiera decir nada, escuchó la voz de Catalina:
—Luciana, feliz cumpleaños. Hoy tu padre y yo estuvimos tan ocupados que se nos pasó el día. ¿Cuándo vas a venir a casa? Llámanos antes de venir, cerraremos la tiendita por un día para quedarnos contigo.
—Le paso el teléfono, espéreme un momento —dijo Seba