—Te llevo a casa —dijo Sebastián.
Luciana asintió.
—Está bien.
Alejandro finalmente no pudo contenerse más. Olvidando todos sus modales, se lanzó hacia Luciana y le agarró la muñeca.
—Luciana…
Ella se giró, con una expresión distante.
—¿Se le ofrece algo, señor Morales?
Era indiferente, cortante.
Alejandro sintió un puñal directo al pecho.
—Fe… feliz cumpleaños —murmuró con voz ronca.
—Luciana, me arrepiento. Volvamos a casarnos…
Por instinto, Sebastián agarró más fuerte los hombros de Luciana.
Ella se rio, suspiró y lo miró con una indiferencia capaz de hacerte dudar de tu propia existencia.
—Ya que me desea un feliz cumpleaños, voy a pedir un deseo. Deseo que nunca más vuelva a aparecer frente a mí. Ojalá se cumpla.
—Luciana… —repitió él, con dolor en su voz.
Ella alzó una ceja y dijo, firme y cortante.
—¡Suelte su mano de una vez!
Pero Alejandro no solo no soltó, sino que la agarró aún con más fuerza. Las venas de su mano sobresalían por la tensión.
Luciana empezó a sentir dolor.
—