Después de decir eso, Luciana se levantó, mostrando gratitud.
—Profesor Manolo, sé que fue por usted que el abogado Sebastián aceptó llevarme como asistente. Brindo con esta taza de té en vez de vino, en señal de agradecimiento.
Dicho esto, alzó la taza y bebió de un trago.
El profesor Manolo agitó la mano y sonrió.
—No me des las gracias a mí. Dáselas a Sebastián. Él nunca había hecho algo así. Si te aceptó, no fue por mí, sino porque vio potencial en ti. Eso sí, tienes que esforzarte. No lo decepciones… ni a él, ni a mí.
En esas últimas palabras, su tono se volvió más serio.
Luciana se volteó hacia Sebastián, algo evasiva.
—Gracias también a usted, abogado Sebastián. Brindo con esta taza.
Volvió a llenar su vaso con agua, sosteniéndolo con ambas manos.
—¡Salud!
Estaba a punto de beber de nuevo cuando Sebastián la detuvo.
—Ya entendí, pero si bebes tanta agua, luego no te va a caber la cena.
El profesor Manolo se rio a carcajadas.
—¿No es una listilla? Té en vez de vino… Si va a brind