Pero tampoco estaban mintiendo del todo.
En realidad, ya planeaban encargarse de Andrés.
Luciana levantó la copa de vino.
—Ustedes saben que no tengo buena resistencia al alcohol, así que solo beberé esta. Esta copa representa mi agradecimiento. En cuanto a lo de Andrés, ya deben saber lo que pasó. Yo no pude hacer nada, y aunque lo que ustedes hicieron no fue del todo legal, tampoco se puede decir que fue injusto. Yo bebo, ustedes hagan lo que quieran.
Luciana alzó la cabeza y bebió todo de un solo trago.
El alcohol le quemó la garganta al bajar.
Detestaba a los hombres que no respetaban a las mujeres.
Sobre todo a los como Andrés, que recurren a la fuerza.
Hace poco, un caso en otro país había sacudido al mundo: una doctora joven, violada en grupo por decenas de hombres hasta morir.
Las mujeres, siempre las más vulnerables.
—Entonces nosotros también beberemos —dijo Ricardo.
Joaquín lo imitó.
Solo Alejandro permaneció quieto.
Levantó la mirada hacia Luciana.
—¿Podemos hablar a solas?