—Andrés —los ojos de Luciana se abrieron de la nada, llenos de asombro y confusión, completamente desconcertada por las palabras de Andrés.
—¿Cómo… cómo puedes decir algo así?
—Te equivocas —intentó seguir la charla como si nada.
—Entre Sebastián y yo no hay nada más que una relación profesional. Él no siente nada por mí y yo tampoco tengo ningún interés en él...
—¿De verdad? —Andrés preguntó con su voz ronca. No le creía.
—Prefieres que él te lleve antes que yo, ¿por qué? Nos conocemos desde hace ocho años, ¿y aun así confías más en alguien que conoces hace solo unos meses? ¿De verdad crees que él es más digno de tu confianza que yo?
Luciana se apoyó en el sofá para levantarse.
—No me siento bien... me voy...
Quería irme.
Pero Andrés no tenía prisa.
Con calma, dijo:
—No creo que hoy te puedas ir tan fácil.
Cuando Luciana apenas logró ponerse de pie, su cuerpo tambaleó y cayó de nuevo al sofá.
—¿Qué… qué me hiciste?
Sintió algo muy extraño.
No era como estar borracha.
¿Por qué su cu