Daniela cruzó los brazos. Las habitaciones las había reservado Andrés, y la de ellas quedaba justo al lado de la suya.
Andrés preguntaba sabiendo perfectamente la respuesta.
Y aún así, ella tenía que seguir con el teatro.
—8802.
Andrés fingió sorpresa.
—¡Qué coincidencia! Yo estoy en la 8803.
Daniela puso los ojos en blanco.
Luciana también lo encontró raro.
—Qué casualidad, de verdad.
—Uf, total. Las mejores historias siempre empiezan con una coincidencia, y esta historia da para escribir un libro —dijo Daniela, sarcástica.
Andrés bajó la mirada, incómodo.
Luciana notó que Daniela hablaba raro y no entendía qué le pasaba. La jaló un poco del brazo.
—No sigamos hablando aquí. Vamos a entrar.
Andrés se acercó.
—Déjame ayudarte con el equipaje.
—No hace falta... —dijo Luciana.
—Déjamelo a mí, tengo más fuerza —dijo él, entusiasmado, antes de agarrar el bolso de Luciana.
Ella no había traído mucho, solo lo necesario para pasar una noche.
Daniela también le aventó su bolso.
—¿Solo viste el