Durante las auditorías previas, Liana había visitado Dronx en múltiples ocasiones; conocía el lugar como la palma de su mano.
Se movía por las instalaciones con una soltura admirable, derrochando profesionalismo en cada explicación.
Incluso Vidal, como dueño de la empresa, la miraba con clara admiración.
El personal de Dronx también era especialmente cordial con ella.
Desde los ingenieros hasta el guardia de seguridad y las señoras de limpieza, todos la saludaban con iniciativa cuando la veían.
—Señorita Liana, ¿te vas hoy? Si no, cuando salgamos del trabajo vente a comer a mi casa.
El ingeniero jefe, Alberto, se acercó expresamente para agradecerle.
—Mi esposa lleva tiempo queriendo darte las gracias en persona. Dice que si no hubiera sido por aquella vez que la acompañaste a buscar escuela, mi hijo seguramente habría dejado los estudios.
—¿Y Ramiro? ¿Se adaptó bien a la nueva escuela? —preguntó Liana con naturalidad.
—Muy bien, muy bien. Como es la carrera de esports que le gusta,