Desperté sola.
El espacio a mi lado aún estaba tibio, pero Fabián ya no estaba.
Me moví con cuidado. El cuerpo me dolía. Tal vez lo de anoche había sido demasiado intenso… o simplemente me sentía demasiado vulnerable.
Tomé el celular. Tenía una notificación de mi papá:
"Hija, quiero que hablemos. Tal vez deberías considerar volver a casa, y vender esa casa en Frauder. Con esa plata podríamos reinvertirla en la empresa. Mira que con esta nueva alianza parece que podremos salir adelante e inyectarle capital. Hablará muy bien de nosotros."
Ni siquiera alcancé a responder.
Escuché la puerta del baño. Fabián apareció con una toalla atada a la cintura, gotas de agua aún resbalando por su torso. Se veía tan él, tan… perfecto, que por un segundo olvidé el desastre que éramos.
Por reflejo, escondí el celular. No quería que viera el mensaje de mi papá. No porque tuviera algo que esconder… sino porque sabía que, con él, todo podía estallar por nada.
Y estalló.
Su mirada cambió. Se endureció.
—Ja