Me desperté con el sonido exterior. Apenas abrí los ojos, sentí la pesadez en mi cuerpo, el mismo recordatorio de los últimos días. Estaba embarazada. Seguía sin asimilarlo del todo, pero ahí estaba, latiendo dentro de mí una vida que aún no sabía si estaba lista para sostener.

Me senté en la cama con lentitud, sintiendo una punzada leve en la parte baja del vientre. Cerré los ojos. Respiré hondo. *Un día a la vez*, me repetí mentalmente. Mathias me lo había dicho la noche anterior antes de dejarme en casa: “Mañana comienza tu nueva rutina. No estás sola.”

Bajé con pasos arrastrados y, para mi sorpresa, al entrar al estudio, lo vi todo transformado.

Había una silla ergonómica, una mesa nueva, una lámpara de luz cálida, mi computador ya instalado, carpetas ordenadas, hasta un portavasos con una taza que decía “CEO en entrenamiento”. Reí bajito. Pero fue entonces cuando vi la nota sobre el teclado.

**“Todo listo para que la jefa se quede en casa. M.”**

Me llevé la nota al pecho. Ese ges